¿Por qué nos atrae tanto tocar barro con las manos?

No hace falta haber hecho cerámica antes para sentirlo. Basta con tocar barro una vez para entender que hay algo especial ahí.

Es una sensación muy física, muy directa. El barro es blando, húmedo, responde al mínimo gesto. No te pide nada más que estar presente. Y en un mundo tan acelerado, eso ya es mucho.

Muchas personas que se acercan por primera vez a la cerámica dicen lo mismo: “es como meditar con las manos”. O “me calma”. Y no es casualidad. Tocar barro conecta con algo muy básico: la materia, la tierra, el cuerpo.

No hay filtros, no hay pantallas. Solo tus manos, tu atención, y algo que empieza a tomar forma. Puedes moldearlo, presionarlo, dejarte llevar… y eso, sin darte cuenta, también te va moldeando a ti.

No importa si la pieza termina bien o mal. Lo importante es el rato que pasas ahí. Ese pequeño paréntesis en el que todo se vuelve más simple.

Quizá por eso engancha. Porque tocar barro te saca de la cabeza y te lleva al presente. Y porque, aunque no lo sepamos explicar del todo, hay algo muy humano en eso de crear con las manos.

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