El torno no busca simetría absoluta, busca presencia
A veces se piensa que trabajar en el torno es cuestión de hacer piezas perfectas. Simétricas. Impecables.
Pero quienes lo vivimos desde dentro sabemos que hay otra cosa que se busca, y no tiene tanto que ver con la forma como con el gesto.
Cuando estoy frente al torno, no busco repetir una línea exacta. Busco estar ahí.
Presente. Atenta. En cuerpo completo.
Porque el torno, más que una herramienta, es una extensión del ritmo interior.
Te devuelve lo que llevas en las manos… y también lo que llevas en la cabeza.
Si hay tensión, la pieza lo siente. Si hay prisa, lo muestra.
Y si hay presencia, si hay escucha, entonces la forma aparece.
No tiene que ser perfecta. Tiene que tener alma.
Y eso no se mide con compás.
Las piezas que más me conmueven no son las que salen “mejor”. Son las que llevan dentro un momento real.
Un día lento. Una respiración profunda. Un estado sin máscara.
Quizá por eso algunas formas se repiten, pero nunca son iguales. Porque no lo son. Porque el torno no busca simetría absoluta. Busca presencia.